28 de octubre de 2007

"El nuevo Santuario marca un antes y un después en El Rocío"

Antonio Millán Pérez es almonteño, el último día del próximo mes de diciembre cumplirá los noventa años. Dice contento y agradecido que "algo tendrá que ver en esto la Virgen del Rocío", a la que ha dedicado gran parte de su vida; fue presidente de la Pontificia y Real Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte durante los años 1959 a 1969, cuando se levanta el nuevo santuario. Desde muy pequeño recibió de sus padres la fe y devoción hacia la Santísima Virgen del Rocío. Su padre, Jerónimo Millán Espina, ocupó también el mismo cargo de presidente de la Hermandad Matriz en los años veinte.

Antonio Millán cursó estudios primarios y dedica su vida al trabajo, primero como empleado administrativo y después en el mundo de los negocios. Hoy, a pesar de estar jubilado, mantiene una visita diaria a uno de sus negocios, la gasolinera de Almonte. Aunque ahora todo el peso del trabajo lo llevan sus hijos, pero el dice que alguna contabilidad le gusta llevar, es la mejor manera de tener la mente despejada y en funcionamiento, lo hace como un ejercicio necesario a sus noventa años.

Es de los presidentes que más tiempo estuvieron al frente de la Hermandad Matriz, la razón no fue otra que en su mandato se pone en marcha el proyecto de construcción del nuevo santuario para Nuestra Señora del Rocío. A pesar de los muchos años transcurridos tiene un recuerdo imborrable de aquella etapa, de la que dice sentirse orgulloso. Una larga estancia en el cargo que el propio Antonio Millán reconoce y justifica por el momento rociero que se vivía de tanta importancia, considera que existe un antes y un después en la devoción rociera tras esa etapa en la que se derriba la antigua ermita y florece el nuevo santuario. Una etapa en la que se construye la carretera Almonte-El Rocío y llega a la aldea el fluido eléctrico, en el plano espiritual se crea la Diócesis de Huelva y llega el primer obispo, monseñor Pedro Cantero Cuadrado, y todo se culmina con la construcción del nuevo santuario que se proyecta el 26 de enero de 1959. Esto hace que Antonio Millán siga ahí, al frente de este gran proyecto, hasta que fuera bendecido el santuario y trasladada la Virgen del Rocío en 1969.

El impulso para emprender este gran proyecto "no fue otro que la fe, no cabe duda que la fe mueve montañas". De otra forma no se entiende aquella convocatoria a junta general del 31 de julio de 1961 en la parroquia para pedir el voto de confianza para que el pueblo de Almonte facultara a la junta de gobierno al derribo de la ermita y a construir un nuevo santuario. Había que hacerlo como siempre, con el con el consenso del pueblo de Almonte y este una vez más se tuvo para una obra que marcará la devoción rociera.

Las obras duraron seis años y como en todo hubo problemas y se solventaron, "pero no se paralizaron nunca, con la Virgen fue posible y la ayuda de las tres provincias rocieras, de Huelva, Sevilla y Cádiz, desde donde se encontraron a los rocieros que avalaron a la Hermandad Matriz para atender los gastos que se iban presentando".

¿Pero cuándo surge este gran proyecto? Fue crucial el primer encuentro con el primer obispo de Huelva, monseñor Pedro Cantero Cuadrado. La nueva junta de gobierno al salir elegida fue a visitar al prelado, "el primer problema que nos plantea es el de la pequeña ermita, la necesidad de un nuevo santuario como Ella merecía y los nuevos tiempos demandaban para la difusión de la devoción rociera. Insistió mucho y dijo a la junta que estudiara su realización". El obispo, monseñor Pedro Cantero Cuadrado desde que llegó a su nueva Diócesis en el año 1953 venía insistiendo con gran interés y entusiasmo sobre la urgente necesidad de construir un nuevo santuario en El Rocío. Había venido trasmitiendo esta urgente necesidad a las juntas de gobierno que precedieron a la de Antonio Millán, pero lo cierto es que ninguna de ellas se había decidido a afrontarla. Por tanto, dice Antonio Millán que es de justicia reconocer que el obispo doctor Cantero Cuadrado fue siempre el gran impulsor de esta idea, pero dejando que el pueblo de Almonte y su Hermandad Matriz fueran los que tuvieran el alto honor y la responsabilidad de su ejecución. Aquellos primeros momentos fueron difíciles, "el nuevo obispo aunque tomó muy en serio El Rocío se tuvo que hacer a las tradiciones de Almonte y del culto a su Patrona y de cómo esta lo hacía, en sus procesiones o en sus traslados al pueblo. Una gran persona que se preocupó por todo, con mucho talento, fue el gran promotor con su intervención en Madrid de la nueva carretera al Rocío".

De aquel otro Rocío, el de su infancia, sin carretera, de chozas, tiene también el recuerdo de la nostalgia, el vivido con su padre que fuera presidente de la Matriz. Con pocos habitantes, de un ambiente familiar, reducido número de hermandades que entraban directamente el sábado ante la ermita y ahí empezaba la romería. Como hijo de Almonte es de los que asume la tradición como un gran baluarte en esta fe rociera, de acompañarla a pie hasta su pueblo con muchos reaños a pesar de todas las situaciones que a veces no han concurrido con esa tradición.

Hay cosas que sí han ido cambiando, cuando él era presidente la Virgen del Rocío salía a las siete o las ocho de la mañana y ahora es muy temprano, dice que no le agrada porque no es necesario tantas horas en la calle, debería salir más tarde y es posible que se consiga.

Hoy, abierto el santuario, lo que más le gusta es ver siempre gente devota a cualquier hora junto a la Virgen del Rocío. Cuando viene de Matalascañas y lo ve reflejado en las Madre, "a veces me pregunto si yo fui aquel que hizo posible esto; no, es obra de la Virgen que se vale de las personas que tienen fe".

En 1969 con la bendición del nuevo santuario y la llegada de la Virgen del Rocío a su nueva Casa, Antonio Millán Pérez había cumplido sus objetivos y deja su cargo de presidente. La Virgen estaba en la capilla provisional y llevaba seis años, así que cuando el santuario estaba digno para acogerla , sin estar totalmente terminado fue cuando entró la Virgen. "Fue entonces cuando salí del cargo, eran muchos años, la entrada de la Virgen supuso la culminación de un esfuerzo compartido por mucha gente, por muchos compañeros de junta de gobierno. Después, con otras juntas de gobierno fue la bendición de la espadaña, la casa de hermandad y como colofón el retablo, con un mérito del barroco maravilloso".

Durante estos años Manuel Millán Pérez ha vivido grandes acontecimientos rocieros, pero asegura que el más importante fue la presencia del Papa Juan Pablo II en esa nueva casa para la Virgen, en la que él contribuyó a hacerla una realidad. Aquel 14 de junio de 1993 lo considero un gran acontecimiento, la visita del Papa Juan Pablo II demuestra la importancia de la devoción de la Virgen del Rocío, "me causó una emoción enorme", dice.

Sin duda el gran colofón a aquel proyecto que Antonio Millán hiciera realidad con tanta gente de Almonte, cogiendo el proyecto de monseñor Cantero Cuadrado que sabía de la dimensión espiritual del Rocío, que necesitaba de este santuario y al que le siguieron los demás obispos para hacer posible esta visita.

Aquella junta de gobierno que le tocó presidir desde el 8 de febrero de 1959 incluye a los hombres que hicieron posible esta gran casa para la Virgen del Rocío. Con Antonio Millán Pérez estaban Juan Castellano Gómez, Alfonso Márquez Núñez, José Galindo Peláez, Felipe Espina Cepeda, Luis Guitart Auden, Joaquín Ojeda Suárez, Antonio Delgado Peláez, José María Aragón Cabrera, Francisco Martín Pérez y Santiago Padilla Espina. Hoy tiene recuerdo para todos ellos, peor también para el vivido con su familia, por las muchas horas dedicadas a este empeño, lo mismo que Rocío Millán Navarro, que contribuyó con sus gestiones en Endesa para hacer posible la iluminación artística del santuario. Aquellos recuerdos los recogió Antonio Millán en un libro, hoy es una parte de la historia más importante del Rocío que muchos han vivido con alegría y agradecimiento a la Blanca Paloma.

Publicado en Huelva Información

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